martes, 2 de septiembre de 2008

El tiempo hasta hoy

Como se puede ver da la sensación que me he olvidado de mis otros dos hijos, Juan José y Alex, pero no es así.

Juanjo contrajo matrimonio con Elena y me han dado dos nietos, Natalia y Alejandro. De él puedo decir muchas cosas, es un hijo excepcional, formal, responsable y amante de la familia, de su esposa, de sus hijos y, como no, también de sus padres.

Tanto él como Alex jamás me dieron ningún problema, por lo tanto me siento orgulloso de tener unos hijos como ellos.

Por último no desearía dejar de comentar que a pesar de las adversidades por las que me tocó pasar, pienso que de alguna forma fui favorecido en esta vida, conociendo a la mujer que compartió conmigo la mayor parte de su vida, y de la mía. En este aspecto sí que fui afortunado. Los dos unimos nuestras vidas en los primeros años de nuestra juventud y nos preparamos para afrontar juntos lo que la vida tiene de bueno y de malo compartiendo nuestras penas y nuestras alegrías. En nuestro caso, por desgracia, lo que el destino nos tenía reservado fueron más penas que glorias. Pero con la constante fuerza de nuestro amor y el lazo irrompible de nuestra unión logramos superar todas estas adversidades dándonos fuerzas el uno al otro para seguir siempre hacia delante y nunca hundirnos en la desesperación, que irremisiblemente nos hubiera llevado hacia la locura.

Nuestros años de juventud pasaron y los dos hemos ido envejeciendo al mismo tiempo que criábamos a nuestros hijos, pero de estos años ya pasados me queda la satisfacción de pensar que el envejecimiento es como si escaláramos una gran montaña, mientras vas subiendo nuestras fuerzas disminuyen, pero la mirada abarca más horizonte, es más libre y la vista más amplia y serena.

Para mí lo primero siempre fue mi mujer y lo seguirá siendo, pues siempre fue la que me dio fortaleza y apoyo para no rendirme y seguir hacia delante. Por todo ello pienso que tuve mucha suerte al elegir a esta persona, excepcional en cuanto a su responsabilidad, como madre y como esposa. Siempre ha sabido estar en cada momento, en el sitio adecuado y según las circunstancias. Como ama de casa ni que decir tiene, la mejor, pues una de sus mayores virtudes es la limpieza y el orden y a pesar de haber tenido siempre a su cargo a un gran número de hijos e incluso nietos, tiempo le sobró para que su casa estuviera invariablemente en perfecto orden y limpieza y que reinara en ella la más perfecta armonía. Y yo me pregunto ¿de dónde puede sacar esta mujer el tiempo, después de atender a tanta familia?

Por todo esto y por ser la persona que más he querido en mi vida, quiero dedicar estas memorias a esta mujer que es el todo para mí y que dio significado a mi vida. Aunque he tenido muchas adversidades a lo largo de mi recorrido por este sendero espinoso viendo cómo se me han ido los seres más queridos, a pesar de tantas desgracias estando a su lado me siento feliz, porque me queda ella, que es lo más importante para mí.

Soy una persona que suelo decir lo que siento muy pocas veces, ya que mis sentimientos no me gusta exteriorizarlos, los llevo siempre muy dentro de mí. Pero en este caso lo que llevo dentro, lo quiero reflejar aquí.
Por ultimo quiero cerrar estas memorias con un poema póstumo a la mujer que me dio la vida y que tanto añore, mi madre......

Aquella triste mañana mi madre no despertó, la perdimos para siempre y se nos rompió el corazón.

Tras recibir la noticia no tardamos en llegar, rotos por el dolor y derrotados por la indefensión.

Las palabras del doctor derramaron nuestras lagrimas se moría nuestra madre y no se podía hacer nada.
Ante la trágica noticia que perdíamos a nuestra madre nos envolvió la oscuridad y nuestra impotencia fue grande.

 Abandonó este mundo sin poder decirnos nada, pero en la expresión de sus ojos aun se podía ver el amor que derrochaba.

Temerosos por nuestra flaqueza y ante aquella cuchillada por la vida en la que vivió y sin poder hacer nada.

Con su fortaleza y en vida, a todos nos protegió, pero en un momento fatídico para ella todo acabó.

Ya nunca sería igual y empezamos a sufrir dudando si en el coma profundo, aún nos podría oír.

Si pensaría en nosotros, si nos vería, y lo más terrible para todos... si sufriría.
 
Y aquella llama de vida que tanto nos protegió, a pesar de nuestro llanto, pronto se languideció.

En aquel lapso de tiempo y abstracto para nosotros nos envolvió la oscuridad y un vacío tenebroso.

La capacidad en el mutismo y la esencia de la nada en aquellos escasos minutos se apoderaron de nuestras alma.

Y pensamos que aquel tiempo fue injusto con nosotros ¿Qué menos que una despedida?, ¿qué menos que unas palabras?

No pudo ser así, el tiempo nos traicionó, se detuvo para ella y nos destrozó el corazón.

Unidos como una piña, sus cinco hijos velamos los resquicios de su cuerpo y quedamos aletargados.
 
No dejamos de mirarla y la cubrimos de besos anegando aquella sala de lágrimas y de lamentos.

En aquel lecho de muerte el sufrimiento era grande, intentamos transmitirle que nunca hubo culpables.

Que para sus hijos fue todo, que siempre fue nuestro apoyo y con ella se llevaba una parte de nosotros.

Aquel templo para nosotros era solemne y frío, y el ataúd de mi madre nos causaba escalofríos.

Y con ella se fueron todos los sufrimientos que le acompañaron en vida.

Sus secretos y sus temores, su orgullo y sus pasiones, sus desengaños: ¡Cuántos desengaños y lucha sufrida!; y lo de cada hijo con sus tragedias y desdichas…

1 comentario:

Marina dijo...

Estoy empezando y ya me parece muy bueno, iré despacio pero creo que me enganchó su lectura, amena bien dirigida, autentica y para aprender seguro. Me gustaría leerlo en papel, si me indicas te lo agradezco. Saludos y felicidades.